MIRAR
En el nombre de Dios. El Clemente. El Misericordioso
La mirada interna nos alienta, nos invita a formar parte de moradas escondidas del conocimiento del Ser. Nos dice que solo hay que observar y sentir, nos llama, nos acaricia con una voz que surge de lo profundo de cada uno de nosotros, susurrando nostalgias de lo intuido, de lo deseado. Nos desvela aspectos añorados de la distancia infinita que se manifiesta como una iluminación de la conciencia de lo trascendente, de lo espiritual, y, es, cuando una luz inesperada, se nos revela íntimamente, a la vez, que una corriente de paz y amor por nosotros mismos y por todo lo que nos circunda, nos sacude, nos despierta, al tiempo que comenzamos a entrever el camino de regreso a casa:
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bonito manera de describir el acto reflexivo de estar con nosotros desde el darse cuenta, y empezar a habitarnos desde la pregunta ¿quien soy yo?